La magia de la agricultura tropical


Pedro Raúl Solórzano Peraza


Venezuela, desde el Descubrimiento de América, luego durante la Colonia y por varios siglos más, fue un territorio que dependía de la agricultura posible en el trópico, donde el café y el cacao fueron los principales productos de exportación hacia Europa. Progresivamente se fueron desarrollando otros cultivos y una ganadería de buena calidad, para llegar a tener una agricultura que logró sobrevivir a la riqueza petrolera del siglo XX, la cual se convirtió en el motor de la economía venezolana.

Esa agricultura venezolana, hasta finales del siglo pasado, logró producir alrededor del 70% de los requerimientos alimenticios de la población. Sin embargo, durante las dos primeras décadas del siglo actual, los gobiernos de turno, sin saber por cuales razones, han ido colocando obstáculos que progresivamente han disminuido la actividad agrícola, hasta tal punto, que se estima que desde el año 2018 solo se ha logrado aportar el 20% de los requerimientos alimenticios de la población.

En la Venezuela por venir es imprescindible recuperar la agricultura, aprovechar los inmensos recursos edáficos, hídricos y climáticos disponibles, sacar partido a esa magia de la agricultura tropical que comienza con la llegada de las lluvias, cuyas aguas comienzan a llenar los esteros y los pastos comienzan a brotar como verdes alfombras en los potreros. El ganado va a pastar para iniciar su recuperación de la escasez del verano, los frutales se muestran con abundancia de frutos, los maizales florecen y comienzan a llenar sus mazorcas, se comienza a observar el rojo de los campos de sorgo, las doradas espigas de arroz se mecen al impulso del viento. Los girasoles embellecen los campos con sus cabezas circulares y doradas, cañaverales en flor, cebollas, tomates, pimentones, raíces y tubérculos, patillas, melones, pepinos, multitud de alimentos que se pueden producir en estas tierras tropicales.

Así es la magia de la agricultura tropical, variada en especies y en sabores, en paisajes, en tecnologías, en sistemas de producción, en agricultores. En la Venezuela por venir todos los comprometidos con el agro deben dedicarse a producir alimentos para la población, a producir forrajes para el ganado, fibras textiles, flores, madera para construcción y mobiliarios, en fin, todo lo que se le pueda sacar racionalmente a estas maravillosas y disímiles tierras que cubren nuestro territorio.

En los años recientes se ha mantenido una insuficiente actividad agrícola en el país gracias a la testarudez de muchos agricultores que se resisten a rendirse ante tantas limitaciones, ya que a la frecuente falta de insumos de calidad ahora se ha sumado la escasez de combustible, fundamental para poner en marcha los motores de las maquinarias y equipos, que harían posible una agricultura amplia y variada para contribuir con las soñadas seguridad y soberanía alimentaria de la población venezolana. Gracias a esos “tercos del campo”, como se han identificado, se logra cubrir un 20% de nuestras necesidades alimentarias; sin embargo, disponemos de recursos naturales, materiales y humanos suficientes, para que con adecuadas políticas agrícolas, se pueda aprovechar a cabalidad la magia de la agricultura tropical y se pueda satisfacer los requerimientos para una adecuada nutrición de todos los habitantes de nuestro país.


Pedro Raúl Solórzano Peraza es colaborador destacado de Mundo Agropecuario

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