Severas restricciones de riego por sequía amenazarían plantaciones de almendro


En España, la sequía entre 1991 y 1995 provocó restricciones en la asignación de agua para los cultivos y cortes en el suministro. ¿Qué hubiera pasado en ese momento con las plantaciones intensivas de almendros de regadío que se plantan en España desde hace más de una década?


por Universidad de Córdoba


Estas plantaciones, implantadas en suelos productivos con alta densidad arbórea, riego continuo y uso de fertilizantes, ocupan 140.000 hectáreas en el país, un 326% más que en 2015 según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Por lo tanto, saber qué les sucedería si surgiera una situación de sequía como la de la década de 1990 es crucial para que tanto las agencias reguladoras como la comunidad agrícola puedan tomar decisiones basadas en evidencia.

En este contexto, un equipo formado por Elías Fereres y Álvaro López, investigadores de la Unidad de Excelencia María de Maeztu del Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba, junto con los investigadores David Moldero, Luca Testi y Francisco Orgaz del CSIC ( IAS-CSIC) e Ignacio Jesús Lorite de IFAPA, han evaluado los efectos fisiológicos y productivos de la privación de agua durante una sola campaña en una plantación de almendros de regadío .

La plantación experimental contó con un marco de 7 x 6 m y árboles de la variedad Guara (muy utilizada) establecidos en 2009 en IFAPA—Alameda del Obispo. En él se compararon tres tratamientos de riego diferentes en 2017: riego completo para la máxima evapotranspiración del cultivo (como grupo de control , ya que es el método de riego que se había aplicado en toda la plantación en años anteriores); riego deficitario, aplicando el 25% del máximo que se requeriría; y la suspensión total del riego durante toda la temporada. En los dos años siguientes, todos los tratamientos se regaron como el grupo control. Se evaluó el impacto de las reducciones de agua introducidas en 2017 tanto en esa temporada como en las de 2018 y 2019.

“En 2017 la condición hídrica de los árboles, tanto con riego reducido como con riego suspendido, empeoró muy rápidamente, provocando defoliación parcial y total respectivamente, pero hubo cosecha: se cosecharon 1.400 kg por hectárea con ambos tratamientos frente a 2.200 kg por hectárea con los árboles del grupo control”, explica el investigador Álvaro López. “Esto se explica porque este estrés hídrico agudo se tradujo en una reducción drástica del peso de los almendros”, concluye.

El problema surgió más tarde, cuando se comprobó que el tratamiento en el que se suspendió por completo el riego en 2017 resultó finalmente en una tasa de mortalidad de los árboles del 92%. Además, en el único árbol superviviente se produjo un “efecto prolongado” que hizo “insignificante su producción en 2018 y cercana al 50% de la del grupo control en 2019, a pesar de que en 2018 se retomó el riego máximo”, explica López. En la plantación en la que se redujo el riego al 25%, sin embargo, no hubo diferencias significativas con el tratamiento testigo en las campañas 2018 y 2019.

“Este es un resultado excepcional porque nos muestra el peligro que corren las nuevas plantaciones de almendros en regadío ante las severas reducciones de los recursos de riego”, subraya el investigador David Moldero. Los resultados de este trabajo sugieren que tanto las conferencias hidrográficas como la comunidad agrícola deberían establecer planes de contingencia para evitar la pérdida de plantaciones, lo que tendría un impacto económico devastador para los agricultores.

Los investigadores también señalan que puede ser mucho más beneficioso garantizar el suministro durante los años de sequía que luchar por mayores volúmenes de suministro promedio. Teniendo en cuenta este estudio junto con el que determina que la producción de almendras se mantiene estable a pesar de la reducción del riego (también publicado por este grupo), parece que estas nuevas plantaciones de almendros estarían mejor empleando un riego deficitario sostenido que un riego constante y maximizado, ya que un año muy malo podría conducir a daños irreversibles (como la pérdida de la plantación) o a una disminución de la producción durante varios años.

La investigación fue publicada en Irrigation Science .