Informe: Diez mil millones de bocas que alimentar de aquí a 2050


Cuando se trata de alimentar a una población en crecimiento en tiempos de conflicto y cambio climático, la Madre Tierra tiene mucho que hacer. 


por Emmanuel Barraud, Anne-Muriel Brouet, Sarah Perrin y Clara Marc, Escuela Politécnica Federal de Lausana


Para construir un futuro sostenible necesitaremos volver a un modelo de la granja a la mesa, y eso está abriendo vastas y emocionantes vías de investigación para los científicos en una variedad de campos. En este informe especial , exploramos algunos de los avances que tienen lugar en los laboratorios de investigación y en las granjas.

Alimentar a 10 mil millones de personas para 2050 será un desafío formidable. Sobre todo teniendo en cuenta que hoy el 10% de la población mundial ya pasa hambre y que alrededor del 30% está desnutrido. Y para lograr el hambre cero, como se establece en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de las Naciones Unidas, ese mismo año, tendremos que poder alimentar a 3 mil millones de personas más y brindar mejor nutrición a 2 mil millones más. Todo eso mientras los conflictos y el cambio climático amenazan la viabilidad de vastas áreas de tierra cultivable.

Los científicos de todo el mundo, impertérritos, están trabajando arduamente para desarrollar nuevos métodos y tecnologías que puedan encaminarnos por un camino más sostenible. La experiencia ha demostrado que el problema del hambre no puede resolverse mediante una agricultura cada vez más intensiva: tales prácticas en realidad empeoran las cosas. Las grandes explotaciones agrícolas de monocultivo, que aún prevalecen en muchos países, tienen efectos desastrosos sobre la biodiversidad.

Es más, «ahora sabemos que la mayoría de las variedades de cereales modernas (diseñadas mediante selección artificial ) tienen un valor nutricional mucho menor que las antiguas», dice Ismahane Elouafi, científico jefe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Según Sara Bonetti, directora del Laboratorio de Hidrología y Geomorfología de Cuencas de la EPFL y experta en suelos: «La industria agrícola representa un tercio de las emisiones de CO 2 procedentes de la actividad antropogénica. Sin embargo, los métodos agrícolas tradicionales, muchos de ellos centenarios, pueden capturar grandes cantidades de carbono y almacenarlo en el suelo mientras aumenta el rendimiento de los cultivos«.

La tecnología puede ayudar

Si bien la tecnología ciertamente no es una panacea, investigadores de diversas disciplinas están uniendo fuerzas para abordar el problema del suministro mundial de alimentos en el futuro. Están desarrollando enfoques novedosos a lo largo de toda la cadena de producción, desde la selección de semillas, la edición genética, la germinación y el cultivo (en campos, invernaderos, en la superficie o en tejados urbanos) hasta la cosecha, el envío, el procesamiento y el embalaje. Los científicos también están estudiando cómo podemos cuidar mejor las plantas mediante una combinación de compuestos químicos, robots y métodos naturales. Algunos centros de I+D incluso están estudiando formas de cultivar alimentos, ya sea de forma sintética o renovando los procesos biológicos existentes, como la fermentación en seco.

En Israel, se está desarrollando todo un ecosistema de tecnología alimentaria alrededor de la Universidad Technion, donde los académicos trabajan de la mano con las nuevas empresas. También están surgiendo iniciativas similares en Europa, con organizaciones que reúnen a científicos y agricultores para probar nuevas tecnologías y métodos agrícolas. Dos ejemplos aquí en Suiza son el parque tecnológico Agropôle en Molondin (en el cantón de Vaud), del cual EPFL es miembro, y el Centro Integrativo de Alimentación y Nutrición de EPFL, parte del Valle Suizo de Alimentación y Nutrición.

Las dietas sostenibles también son importantes

En términos de sostenibilidad, parte del problema reside en nuestros hábitos alimentarios. Mientras tantas personas mueren de hambre, miles de millones más tienen sobrepeso y comen demasiada carne, lo que tiene una gran huella de carbono. Para empeorar las cosas, a menudo son los que más comida desperdician. Sumando ese desperdicio a las pérdidas de cultivos, cosechas y almacenamiento, alrededor de un tercio de los alimentos que producimos se desecha en el mundo actual. La buena noticia es que hay medidas que podemos tomar para reducir este desperdicio a lo largo de toda la cadena de valor, hasta llegar a nuestros platos. Una prueba piloto realizada recientemente en restaurantes aquí en EPFL muestra cómo hacerlo.

Estas cifras dan a la FAO la esperanza de que podemos estar a la altura del desafío de 2050, pero no sin un esfuerzo concertado. La organización ha formulado recomendaciones concretas, aunque algunas de ellas podrían chocar con los intereses del mundo empresarial y de los responsables políticos, así como con una cierta resistencia al cambio entre los agricultores. Sin embargo, estos obstáculos pueden superarse mediante la investigación científica, un diálogo amplio y una colaboración abierta. Tenemos el deber de explorar todas las opciones en la lucha contra el hambre, ya que están en juego las vidas de miles de millones de personas.