Por qué no dejamos de usar el glifosato como herbicida pese a ser probablemente cancerígeno


El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo, sin embargo, ha sido objeto de un intenso debate en relación con su seguridad y regulación durante décadas.


Juan José Guardia Hernández, Universitat Internacional de Catalunya


Pese a la permanente controversia en relación con su potencial efecto en la salud humana y la biodiversidad, en noviembre de 2023, después de un largo proceso de evaluación y consultas, la Comisión Europea decidió renovar la autorización del glifosato por un segundo período de 10 años.

La decisión sigue generando polémica. Por ejemplo, en España, el Grupo Parlamentario Plurinacional SUMAR ha presentado recientemente una Proposición no de Ley en el Congreso de los Diputados por la que insta al Gobierno a no apoyar la recomendación de la Comisión Europea en el Consejo Europeo sobre la renovación de la autorización para el uso del glifosato. Además, la proposición insta a impulsar las medidas necesarias para la prohibición total del uso del glifosato en España.

¿Qué es el glifosato y cuáles son sus efectos?

El glifosato es un eficaz herbicida muy utilizado en la agricultura y la jardinería para controlar el crecimiento de plantas no deseadas. Fue introducido por primera vez en la década de 1970 y, desde el año 2000, puede fabricarlo cualquier laboratorio. A fecha de hoy no existe una alternativa que alcance los mismos efectos con el mismo coste económico. La eliminación mecánica con maquinaria agrícola es mucho más costosa y aumenta la emisión de CO₂.

Es conocido por ser un herbicida de amplio espectro, lo que significa que puede eliminar una amplia variedad de plantas, tanto malezas como cultivos. Precisamente ese carácter no selectivo lo hace especialmente útil en la agricultura, donde se necesita controlar el crecimiento de malezas que compiten con los cultivos por nutrientes y luz solar.

Además de su uso en las explotaciones agrarias, el glifosato también se aplica en la limpieza de los márgenes de las carreteras, y en espacios urbanos, como parques y jardines. Además, de modo indirecto, tiene una función de salud pública al permitir una fácil limpieza de vegetación espontánea en zonas verdes, arbolado urbano, alcorques y solares abandonados.

La existencia de terrenos urbanos invadidos por plantas no deseadas propicia la acumulación descontrolada de materia orgánica. Este fenómeno facilita alimento a roedores, como ratas y ratones, que conlleva un sustancial aumento de su población. Estos mamíferos son vehículos de transmisión de múltiples enfermedades, que llegan a los humanos a través de las heces, la orina o una mordedura.

¿Es nocivo para la salud el glifosato?

Las entidades partidarias de la renovación de la autorización afirman que numerosos nuevos estudios demuestran la seguridad del glifosato.

En el 2022, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas concluyó que el glifosato no podía ser clasificado como sustancia carcinógena, esto es, que esta sustancia produce cáncer. Esta decisión ha sido respaldada por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria, que no ha encontrado motivos críticos que obliguen a su prohibición. En cualquier caso, se recomiendan medidas de mitigación para reducir los posibles impactos en la biodiversidad y el agua.

Sin embargo, algunas organizaciones y estudios independientes señalan una clara asociación entre el glifosato y daños a la salud humana y animal. La Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer ha clasificado el glifosato como probablemente carcinógeno. Esta agencia de la Organización Mundial de la Salud ha encontrado evidencia suficiente de cáncer en los animales, pero evidencia limitada de cáncer en los humanos.

Esta falta de unanimidad en la comunidad científica puede suscitar perplejidad en los ciudadanos.

¿Está prohibido el glifosato en España?

Con carácter general, el glifosato no está prohibido en España y sigue siendo utilizado en la agricultura y limpieza urbana e interurbana.

No obstante, es cierto que en algunos ayuntamientos y una comunidad autónoma (La Rioja), al menos, se ha prohibido su uso en el saneamiento de los núcleos urbanos.

La decisión de renovar la autorización del glifosato por parte de la Unión Europea significa que su uso continuará estando permitido en los países miembros, pese a las peticiones de grupos ecologistas para su total prohibición

¿Cuál es el futuro de este herbicida?

La controversia con el glifosato no es un caso aislado en la actual sociedad del riesgo. Decenas de productos químicos que usamos diariamente como aditivos alimentarios, en envases de plástico, prendas de vestir, cosméticos, entre otros, presentan dudas sobre su inocuidad superada una determinada concentración. Dos ejemplos son el bisfenol A y los ftalatos.

Los poderes públicos tienen que tomar numerosas decisiones sobre la comercialización de bienes y servicios sobre cuya seguridad no hay consenso en la literatura científica. Y lo deben hacer partiendo de que el riesgo cero no existe, ya que exigiría una inversión enorme de recursos y la renuncia a indudables ventajas del progreso tecnológico.

Por lo tanto, el objetivo final de toda política pública con relación a estos nuevos riesgos es encontrar el nivel de “riesgo aceptable”. Ese umbral constituye una decisión colectiva que estará siempre en permanente evolución, sea por los avances de la ciencia, sea por cambios sociológicos en la ciudadanía.

Las investigaciones financiadas por la industria han sido objeto de críticas debido a los posibles sesgos que podrían afectar a sus resultados. Por otro lado, los estudios independientes, aunque también susceptibles a conflictos de interés, suelen carecer de los recursos necesarios para llevar a cabo investigaciones a gran escala. Además, desde un punto de vista metodológico, estos estudios pueden presentar ciertos elementos cuestionables.

Esta situación dificulta aún más la capacidad de los poderes públicos para tomar decisiones basadas en evidencia científica que, a su vez, protejan la salud pública sin comprometer la productividad agrícola.

En este contexto de incertidumbre científica, algunos países han optado por un enfoque más prudente. Por ejemplo, varios Estados miembros de la Unión Europea, como Francia y Bélgica, han impuesto restricciones al uso del glifosato, mientras que otros, como Alemania, están considerando la implementación de prohibiciones totales o parciales.

Es probable que la decisión de la Unión Europea de introducir una cláusula de caducidad (“sunset clause”) en la autorización del glifosato sea una de las mejores formas de equilibrar los riesgos, ya que establece medidas de mitigación más estrictas para su uso. En otras palabras, la cláusula de caducidad fija una fecha límite para la vigencia de una autorización. Al llegar a esa fecha, la disposición expira automáticamente, a menos que se renueve o modifique. En el caso del glifosato, dicha cláusula permite que su autorización deba ser revisada en una fecha futura, lo que obligará a reevaluar sus efectos y decidir si se mantiene, modifica o revoca.

Simultáneamente, esta medida incentiva a la industria química a intensificar la investigación en el campo de los herbicidas, con el objetivo de desarrollar un principio activo tan eficiente como el glifosato, pero que ofrezca mayores garantías de inocuidad.

Por lo tanto, la última decisión de la UE sobre el glifosato no constituyó el fin de la controversia, sino un capítulo más de la historia interminable de este herbicida y, probablemente, de otros muchos principios activos.

Juan José Guardia Hernández, Profesor agregado de Derecho administrativo, Universitat Internacional de Catalunya

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.