Los sistemas agroalimentarios tradicionales conservan la biodiversidad y apoyan la nutrición en México


Recuperar y comercializar prácticas agrícolas ancestrales de producción alimentaria


Si pasea por las tierras agrícolas de las zonas accidentadas y montañosas de México, verá plantas de maíz muy separadas entre sí, con frijoles de vara trepando por ellas y grandes hojas de calabaza cubriendo el suelo junto con hierbas comestibles. Todo ello forma parte de un sistema agrícola conocido como una milpa. Aquí sucede justo lo contrario del monocultivo: cada familia produce una gran variedad de cultivos nutritivos.

Las milpas son la cuna del sabor de las tortillas —tortitas de harina de maíz—, cocinadas al fuego de leña y servidas con frijoles, como las preparaban los abuelos mexicanos hace décadas. Las milpas están a años luz de los alimentos ultraprocesados y envasados que se están imponiendo en muchos lugares.

Estos resilientes sistemas agroalimentarios ancestrales de origen prehispánico y las culturas alimentarias vinculadas a ellos son cruciales para la agrobiodiversidad de México. De hecho, el propio término biodiversidad podría haberse acuñado pensando en los colores púrpura, naranja o amarillo brillante de las docenas de variedades de maíz que se encuentran en el país. Lo mismo ocurre con muchos otros cultivos.

Para ayudar a recuperar las prácticas agrícolas tradicionales y poner más de estos y otros alimentos biológicamente diversos autóctonos en los campos de los agricultores y en los platos de los consumidores, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha estado trabajando con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) y un instituto de investigación local: la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

En cuanto a la nutrición de las personas, el objetivo es ayudar a resolver algunos de los problemas de sobrepeso, obesidad y enfermedades no transmisibles, que en México, como en muchos otros países, se han disparado debido al creciente consumo de alimentos altamente procesados y a la escasa variedad en la dieta de las personas.

La biodiversidad agrícola de México es una rica reserva de rasgos que ayudan a la adaptación a condiciones agroecológicas específicas, a la resistencia a plagas y enfermedades y al cambio climático. Sin embargo, la continua expansión de la agricultura intensiva a gran escala, las prácticas de monocultivo y el abandono de la producción agrícola tradicional hacen que los hogares y las comunidades sean más vulnerables a las perturbaciones naturales y económicas, por no hablar de las graves repercusiones en la seguridad alimentaria y la nutrición.

A través de un proyecto innovador sobre la conservación de la diversidad genética y los agroecosistemas tradicionales en México, la FAO, el FMAM y la CONABIO han logrado invertir la tendencia en regiones seleccionadas.

El conocimiento tradicional preserva la agrobiodiversidad

Un objetivo clave del proyecto era revitalizar y aumentar la visibilidad de la milpa, permitiendo a los agricultores sentirse reconocidos por su producción y ayudar al mismo tiempo a la población urbana del país a valorar su trabajo.  Los sistemas de la milpa ayudan a los agricultores a diversificar sus cultivos y aumentar la productividad, a la vez que se hacen más resilientes al cambio climático.

También fue importante la creación de 77 proyectos de bancos de semillas comunitarios y familiares para mejorar la gestión de la agrobiodiversidad local y regional, con la participación de más de 1 444 agricultores, la creación de redes de custodios de semillas y la puesta en marcha de intercambios de semillas entre comunidades. Todo ello ha contribuido a mantener 155 especies de notable importancia a nivel mundial dentro de los agroecosistemas. El papel de los parientes silvestres de diversas variedades de cultivos ha sido especialmente significativo para aumentar la resiliencia.

En un periodo de cinco años, casi 10 000 productores mexicanos han reforzado sus capacidades para conservar y gestionar su agrobiodiversidad con las prácticas y conocimientos adquiridos. Estas prácticas de agricultura sostenible también han tenido un efecto directo en cerca de 5 200 hectáreas y en más de un millón de hectáreas de forma indirecta.

Impulsar la demanda de productos que representan la agrobiodiversidad

Como gran parte del trabajo de la FAO, la iniciativa se centró en los agricultores, siempre dispuestos a experimentar y probar nuevas variedades y enfoques con una nueva dimensión. Sin embargo, el proyecto se dirigía además a los consumidores que sienten nostalgia de los sabores de la cocina milpera cuando se encuentran con los productores que venden sus alimentos en los mercados locales.

Para ayudar a comprender mejor las preferencias de los consumidores, la FAO realizó estudios de mercado en seis estados mexicanos. Esto se combinó con campañas de comercialización que mostraban el origen, así como los beneficios nutricionales, sanitarios y ambientales de los productos que representan la agrobiodiversidad. Según los estudios de mercado, las campañas tuvieron efecto en el volumen y los ingresos por ventas de los productos comercializados. Al vincular a consumidores y productores, se crea un círculo virtuoso en el que los agricultores diversifican las prácticas de producción para abastecer a los consumidores y estos demandan productos más diversificados, con lo que se genera un mercado para los agricultores. Esto puede transformar los sistemas agroalimentarios y contribuir a mejorar tanto el medio ambiente como la nutrición de la población.

Además, al recopilar datos de calidad sobre la ingesta y el consumo de alimentos, el proyecto también puede medir los efectos ambientales y nutricionales de este enfoque integral para promover el fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios tradicionales.

Aprovechando el éxito de esta iniciativa en México, el impulso y el interés por promover la agrobiodiversidad continúan a nivel local, en muchas zonas del país. Mientras tanto, el trabajo en curso de la FAO en asociación con el FMAM y la CONABIO se centra en los sistemas alimentarios dentro del variado paisaje cultural del país, y el proyecto finalizado proporciona una base de referencia sobre la que construir el trabajo futuro.