Que necesidad de romper la magia?


Christophe Lhéritier


En nombre de la tecnología, del miedo y del negocio?

El fabuloso mundo de los laboratorios, de partes por millón, de certificados y tecnología, encuentra un aliado ideal en las publicaciones amarillistas. Aparecen como los guardianes de la salud alimentaria.

Benditas abejas, la miel parece sacada de un cuento de hadas.

Cincuenta años atrás se disfrutaba de los alimentos sin complejos. Ahora el diablillo rojo te susurra cuentos de terror al oído, mientras que el ángel no sabe que decirte al otro oído o ni siquiera es escuchado.

Es que estamos inmersos en un mar de comunicación, abundan las redes que nos atiborran con información, mucha de ella son títulos de los cuales no entendemos o no buscamos analizar el contenido. Y nos quedamos con ese título, que parece preocupante.

Las hadas buscan entre miles de flores el néctar que se convertirá en dulce delicia. Sana y sabrosa mezcla de variedades, biodiversidad. Probamos en cada cucharada de miel vidas vegetales, que no murieron en el acto de dar su néctar, al contrario, en ese momento se fecundaron y perdurarán.

Es que el hada poliniza, cuando recorre la naturaleza próxima.

La ciencia pergeñó la manera de pincharnos el globo con su conteo de partes por billón de algunas moléculas químicas que nos rodean y nos siguen como nuestra sombra. Las normativas se acomodan al progreso del negocio del análisis. En nombre de la inocuidad pretendemos que los alimentos tiendan a cero resíduo pero no se controla el mal uso de los pesticidas y fertilizantes. Mientras tanto se castiga a la miel con las mayores exigencias, al tiempo que otros alimentos benefician de una indulgencia en nombre de su consumo masivo e “indispensable”.

Los laboratorios, llevados al pedestal de la defensa del consumidor brindan números que no reflejan la realidad en cuanto a lo que representan. Para la gran mayoría de los consumidores, basta decir que se analizó el contenido de algún contaminante en un alimento para que el resultado, cualquiera sea y tomado a la ligera, pueda parecer veneno.

Tranquilos, si la abeja transportara un néctar nocivo  para el humano, no llegaría con vida a la colmena, usted no llegará a consumir nada que lo perjudique.


Christophe Lhéritier es colaborador destacado de Mundo Agropecuario

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