Si bien se suele hablar de cultivos intercalados en la producción de campo, las empresas de invernaderos también han comenzado a implementar esta práctica.
Mundo Agropecuario conoció el informe de la agencia de noticias belga RTV sobre una interesante innovación en invernaderos.
El director de la empresa belga Rijtak decidió combinar tomates de invernadero con microalgas espirulina. Esta idea le nació a Jannes Vertommen durante su época de estudiante, cuando conoció los beneficios de la espirulina para la salud y que había un buen mercado para este producto. Con el tiempo, optimizó el invernadero de tomates de la empresa familiar instalando un sistema para cultivar espirulina en tuberías. Actualmente, un lado del invernadero todavía está ocupado por tomates y el otro por espirulina.
Como explicó Jannes Vertommen a RTV, “las microalgas tienen un valor nutricional increíble, al igual que los insectos. Contienen muchas proteínas, vitaminas y ácidos grasos esenciales. Por eso el mercado de la espirulina se está desarrollando activamente”.
A pesar de que existen varios tipos de microalgas, cada una de las cuales tiene diferentes propiedades y capacidades de cultivo. Sólo unas pocas especies están aprobadas para su uso en productos alimenticios en la Unión Europea. Una de las especies más comunes es Arthrospira Platensis, pero es más conocida como espirulina.
La espirulina es una microplanta filamentosa unicelular que contiene aproximadamente un 60% de proteínas, un 20% de carbohidratos, ácidos grasos omega-3, vitaminas, minerales y pigmentos como caroteno, clorofila y ficocianina. La espirulina tiene propiedades antivirales e inmunológicas, actúa como un poderoso antioxidante, mantiene estables la presión arterial y los niveles de colesterol, promueve la salud del cerebro y puede servir como antidepresivo. Al mismo tiempo, la espirulina no contiene alérgenos.
“Cultivamos espirulina en un biorreactor cerrado para protegerla de otras formas de vida microbiana a las que también les gusta crecer en el agua. El biorreactor se llena con agua enriquecida con minerales. Una vez que la espirulina alcanza la biomasa comercializable, comenzamos a cosechar. Para ello, vaciamos parcialmente el biorreactor y, tras recogerlo, lo rellenamos con la cantidad necesaria de agua y minerales. Luego, la espirulina recolectada se tamiza para separar la mayor cantidad posible de masa del agua y lograr un contenido de materia seca del 20%. La pasta de espirulina se puede envasar y suministrar fresca y congelada, o seca y molida hasta convertirla en polvo”, afirma Jannes Vertommen en su sitio web.
(Fuentes: RTV, Rijtak. Foto: Rijtak).