Variedades colombianas de soya tolerantes al glifosato


La soya está distribuida principalmente en la Orinoquia y se emplea para alimentar ganado, cerdos y aves, pero los cultivos han tenido problemas tanto por la maleza que los ataca como por el uso de glifosato para controlarla.

A partir de la bacteria Agrobacterium tumefaciens se obtuvo resistencia a dicho herbicida en cuatro variedades colombianas de soya, lo cual reduciría el número de aplicaciones de agroquímicos como este, lo mismo que el uso de fertilización y riego, y los costos para los agricultores.



Aunque tradicionalmente los campesinos han utilizado el glifosato para eliminar la maleza de sus cultivos –es decir aquella que les arrebata espacio, luz, agua y nutrientes–, esto ha generado controversias por considerarlo como un estandarte de la guerra contra las drogas ilícitas, con fumigaciones a gran escala desde avionetas y con altas concentraciones que han provocado un serio impacto en los ecosistemas.

En un esfuerzo conjunto por desarrollar variedades resistentes al glifosato y así contribuir a tener mejores cultivos, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya (Fenalce) trabajan en obtener variedades de soya genéticamente modificadas, como ya se hace en países como Estados Unidos.

El Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural señala que la producción de esta leguminosa se concentra en la Orinoquia, con Meta como el departamento con más área sembrada: 50.000 hectáreas.

También vale la pena anotar que aunque la soya es una materia fundamental tanto para alimentar al ganado como para elaborar lubricantes industriales y grasas vegetales, entre otros productos, Colombia depende en gran medida de su importación, por lo que obtener semillas resistentes ayudaría a mejorar la competitividad de esta industria.

En Laboratorio, científicos del grupo de investigación Ingeniería Genética de Plantas de la UNAL generaron plántulas de soya resistentes a moléculas de glifosato, para lo cual utilizaron 2 cepas de la bacteria A. tumefaciens, ampliamente explotada en biotecnología para realizar mejoramiento genético.

Julián Mora Oberlaender, candidato a doctor en Biotecnología de la UNAL, explica que “las bacterias se pusieron en un medio líquido en el que se produjo un impulso eléctrico para que el microorganismo asimile el ADN introducido con el gen de la bacteria, y luego transferirlo a las células vegetales extraídas de las variedades de soya que se quieren modificar”.

Después se analizó si las moléculas de glifosato –aplicado sobre cada ensayo– impactan la regeneración y el crecimiento de las semillas de estas plantas, o si su efecto se revierte por la tolerancia y resistencia del gen puesto en ellas.

La investigadora Yadira Rodríguez Abril, quien también trabajó en el estudio, indica que “la concentración de moléculas de glifosato utilizada en las pruebas de laboratorio debía estar en un punto intermedio, de modo que no fuera tal alta que matara a todas las plantas –incluso teniendo el gen–, o que fuera tan baja y no mostrara lo que estaba ocurriendo con las resistentes”.

Para seleccionar aquellas que pudieran estar transformadas, en la fase más temprana de la planta, cuando aparecen sus primeras hojas, se utilizó una concentración de glifosato de 100 unidades de micromolar; y en la fase de elongación, cuando ya tienen entre 2 y 3 cm, se aplicaron 24 unidades de micromolar. Así mismo, después de la transformación se retiraron las bacterias de las plántulas, disminuyendo la necesidad de usar antibióticos en el proceso.

“Las plantas se dejaron crecer hasta la etapa de endurecimiento, y entonces se realizaron pruebas de extracción de ADN para evaluar si en efecto los genes estaban en las plantas y producían resistencia. En las cuatro variedades de soya se obtuvo casi un 10 % de plántulas modificadas con el gen de interés; la que presentó una mayor tasa de infección fue la variedad Brasilera 1, diseñada por Fenalce para la altillanura colombiana”, explica la investigadora.

Señala además que “este es un gran aporte, pues aunque modificar la soya es más difícil que modificar cultivos de tabaco, estamos llevando a cabo plantaciones preliminares para determinar qué tan efectiva es la transformación genética en los suelos de la Orinoquia”.

“El trabajo aporta desde el desarrollo de los llamados agro-biogenéricos, usando datos y sistemas de dominio público que facilitan implementar la tecnología y el gen de interés”, expresa el biólogo Mora.

En el proyecto también participaron Meike Estrada, Luisa Galindo, Juan David Romero y Jenny Paola Jiménez, integrantes del grupo de investigación Ingeniería Genética de Plantas; y los profesores Camilo López y Alejandro Chaparro (q. e. p. d.), del Departamento de Biología de la UNAL.