Javier Sánchez Martín se incorpora a la unidad AGRIENVIRONMENT del CIALE con una ayuda Ramón y Cajal para estudiar genes de resistencia que protejan a los cultivos de Castilla y León
DICYT El investigador Javier Sánchez Martín se ha incorporado recientemente a la Unidad de Excelencia de Producción Agrícola y Medio Ambiente (AGRIENVIRONMENT) de la Universidad de Salamanca tras lograr una de las características ayudas Ramón y Cajal, que le permitirán poner en marcha un nuevo grupo de investigación en el Instituto de Investigación en Agrobiotecnología (CIALE). Procedente de la Universidad de Zúrich (Suiza), el objetivo de este experto será encontrar y desarrollar variedades de cereales que, dadas sus características genéticas, se pueden adaptar mejor a las condiciones climáticas que vienen, especialmente, periodos de sequía como los de este año.
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Como fitopatólogo molecular, su trabajo en Suiza se ha centrado en el estudio de genes de resistencia del trigo frente al oídio, una enfermedad causada por el hongo Blumeria graminis y caracterizada por la aparición de una capa blanquecina en este y otros cultivos. Además de identificar las características genéticas que pueden proteger a la planta, ha analizado las moléculas del patógeno que son reconocidas por el cereal. “La idea es entender cómo la resistencia innata de las plantas protege frente a los patógenos, sobre todo en el contexto del Pacto Verde Europeo, que aboga por cambiar la forma de producir alimentos, por ejemplo, reducir el uso de agroquímicos”, explica en declaraciones a DiCYT.
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Ahora, con su incorporación al CIALE amplía esa perspectiva al estudio de otras patologías fúngicas de los cereales, enfermedades conocidas como reales; pero también a la localización de genes de resistencia frente a otros tipos de estrés ambiental que surgen a los cultivos, por ejemplo, la sequía. Para ello, tratará de explorar las variedades locales que “sembraban nuestros abuelos y que eran cultivadas sin nitrógeno, sin agua, sin herbicidas ni pesticidas”, afirma. Aunque producían menos, eran más resistentes, pero se perdieron y es hora de “volver a mirar en ese cajón y recuperar ese repertorio de genes”.
Recuperar la diversidad
En las últimas décadas, el rendimiento del campo se ha incrementado notablemente. El problema es que para esa nueva agricultura “se usaron muy pocos trigos fundadores”, por ejemplo, que han derivado en las distintas variedades comerciales que tenemos hoy en día. “No se puso mucho énfasis en la diversidad genética porque se buscaba producir más, pero ahora es una de las vías para hacer los sistemas agroalimentarios más sostenibles”, comenta el experto.
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Según algunas estimaciones, los bancos de germoplasma de todo el mundo albergan entre 800.000 y un millón de variedades de cereales que “están por explorar y son una fuente muy rica de genes de resistencia, no solo para patógenos y plagas, sino también para la tolerancia a estreses abióticos como la sequía y la salinidad”. Conseguir sistemas agroalimentarios más sostenibles pasa por su recuperación, por el estudio de sus características genéticas y por la obtención de las plantas ideales cruzando distintas variedades. Por eso, Sánchez Martín forma parte de un consorcio europeo (AGENT, www.agent-project.eu) integrado por 15 países que tratan de caracterizar variedades de trigo que, un día de hoy, no tienen un uso comercial.
Por parte de España, forma parte de dicho consorcio el Centro de Recursos Fitogenéticos es un organismo dependiente del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC), así que el nuevo investigador de AGRIENVIRONMENT, que realizó la misma labor desde la Universidad de Zúrich, colabora firmemente con esta entidad, así como con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACyL).
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Proyectos estratégicos para Castilla y León
Para Castilla y León, este tipo de proyectos son estratégicos. “Nuestra comunidad es el granero de España, producimos el 45% del trigo y la agricultura debería ser un pilar económico”, comenta Sánchez Martín, que es natural de Salamanca, nieto de agricultor, y que ha podido volver a su tierra gracias a su incorporación al CIALE con la beca Ramón y Cajal. En ese sentido, tanto en la región como en el conjunto de España “tenemos un potencial enorme por explotar, con mejores condiciones de partida que Europa por nuestra gran diversidad de zonas agroclimáticas. La deseable genética es más limitada en otros países”, explica.
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En realidad, los científicos saben poco de las características de los distintos cereales almacenados en los bancos de germoplasma, así que lo primero será secuenciarlos y quedarse con aquellos que puedan “capturar toda la diversidad genética” que pueda ser de interés. Según estudios recientes, “unas 80 o 100 variedades locales de trigo bien seleccionadas, incluyen todos los genes de resistencia que hay en el banco de germoplasma, no hace falta trabajar con miles”, pero llegar a seleccionarlas es un trabajo laborioso a largo plazo. Según datos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), “por cada euro que se invierte para mejorar una variedad resistente a roya el rendimiento es de 27 euros a los 20 años”.
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No obstante, además de incidir en la parte científica, Sánchez Martín considera necesario mejorar otros aspectos para que los resultados se traduzcan en innovación agrícola. Por una parte, “hay que integrar a los agricultores, son los que tienen que marcar el paso de nuestra investigación porque están todos los días en el campo viendo muy bien los problemas”. Por otro, resulta imprescindible mejorar la colaboración público-privada y sumar a las empresas. En ese sentido, destaca su colaboración con la compañía francesa ASUR Plant Breeding. “Quieren usar los campos de Salamanca como estación experimental, anticipándose a lo que pasará en Francia en unos 15-20 años. Está claro que el cambio de clima se desplazará hacia el norte progresivamente y, a largo plazo, contará con nuestras variedades locales adaptadas a sequía les puede venir muy bien”, comenta.