Un estudio con 1.060 cultivadores estimó que el 45,53 % de ellos están en “alto nivel” de vulnerabilidad y un 6,43 % en “extrema”
UNAL/DICYT Sequías prolongadas, inundaciones repentinas y cambios en los patrones de lluvia están afectando la viabilidad de las plantaciones de cacao en la provincia de Manabí, epicentro de la cacaocultura de Ecuador, uno de los países que más cacao produce en el mundo. Un estudio con 1.060 cultivadores estimó que el 45,53 % de ellos están en “alto nivel” de vulnerabilidad y un 6,43 % en “extrema”.
El cacao, venerado durante siglos por diversas culturas mesoamericanas por sus propiedades medicinales, su exquisito sabor, efecto energizante y su papel en la comunicación con el mundo espiritual, ha sido fuente de orgullo y prosperidad para Ecuador, reconocido por su producto de fino aroma que ha marcado su identidad y economía durante generaciones. Sin embargo, este legado está amenazado por el cambio climático.
Manabí, donde se llevó a cabo el estudio, es la cuarta provincia más extensa de ese país y alberga una variedad de pisos climáticos que contribuyen a su diversidad agrícola. Se extiende a lo largo de 350 km del Pacífico y el cacao es un componente esencial de su economía, con más de 600.000 empleos directos.
No obstante, el 77 % del territorio presenta “vulnerabilidad alta y muy alta” a los modelos de cambio climático evaluados por Ricardo Macías Barberán, doctor en Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.
En su investigación, el profesor en la Universidad Técnica de Manabí contempló una gama de variables climáticas, edáficas y sociales para hacer una evaluación integral de la vulnerabilidad de 1.060 cacaocultores de pequeña escala de los municipios de Portoviejo, Chone, Bolívar, Junín y Tosagua, seleccionados por poseer extensiones de tierra de menos de 5 hectáreas y estar certificados como productores de cacao orgánico, quienes forman parte de la corporación Fortaleza del Valle, que agrupa a 15 asociaciones.
Alta vulnerabilidad
Los resultados también revelaron una incidencia muy alta de eventos climáticos extremos, acompañados por una deforestación significativa superior a 6.000 hectáreas por año, una amenaza directa para el ecosistema y la sostenibilidad de las plantaciones de cacao, dato que se relaciona con el significativo aumento de 0,8 °C en la temperatura ambiente, observado entre 1960 y 2006, así como un incremento de 90 % en las lluvias en la zona costera y una disminución de más del 20 % en la zona agrícola.
“El hallazgo indica que la acción combinada de todos los indicadores estudiados genera una vulnerabilidad alta y muy alta en el 52 % del territorio analizado”, anota el investigador.
Por ejemplo, el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) agrupa al 34 % del territorio estudiado en una vulnerabilidad alta y muy alta al cambio climático, mientras que el 12 % presenta deforestación, pasando con los años de una cobertura forestal a un mosaico agrícola por las prácticas insostenibles.
Así se estimó
Para el tratamiento algebraico de la información se generó una base de datos con los indicadores registrados y procesados en las unidades convencionales de cada variable, y luego todos los indicadores fueron normalizados y estandarizados para hacerlos comparables entre sí.
“Después se procedió a calcular cada uno de los subíndices de exposición, sensibilidad y capacidad adaptativa. El proceso seguido fue sumar los valores estandarizados de los indicadores de cada subíndice para así estimar la vulnerabilidad”, amplía el profesor.
Después de calcularlos se normalizaron sus distancias en valores que van de 0 a 100 partiendo que la vulnerabilidad es igual a la exposición más la sensibilidad menos la capacidad adaptativa.
“Con esta operación se identificó la distribución geoespacial de los productores y se clasificó la vulnerabilidad en cuatro niveles: baja (13,30 %), media (34,74 %), alta (45,53 %) y muy alta (6,43 %)”.
Con el apoyo de diversos indicadores, en la variable “exposición” se analizó la frecuencia de eventos extremos (como lluvias intensas, sequías, deslizamientos de tierra), la problemática ambiental (deforestación e incendios), los cambios modelados en el clima (variaciones de temperatura) y las propiedades fisicoquímicas del suelo, como la disponibilidad de oxígeno para las raíces del cacao, el pH, la conductividad hidráulica y la profundidad efectiva.
En la sensibilidad se consideraron aspectos como las necesidades básicas insatisfechas de la población, el acceso a la salud, el porcentaje de niños con problemas de desnutrición, la proporción de unidades de producción que no reportan riego, el índice de intensidad de la agricultura en función de la expansión de la frontera agrícola, la tenencia de tierra y el índice de ruralidad, entre otros aspectos.
Por su parte, para evaluar la capacidad de adaptación utilizaron indicadores relacionados con el capital humano, social, financiero y natural; se incluyó el porcentaje de bosques conservados, el acceso a crédito para los productores, la organización de las unidades de producción y el acceso a la educación de las comunidades.
La investigación fue dirigida por el profesor Juan Carlos Menjívar Flores de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la UNAL Sede Palmira y apoyada por la Universidad Técnica de Manabí.