Carbon farming: inquietudes y perspectivas ante el auge de este modelo de negocio para el sector primario


La agricultura tiene un gran potencial de secuestro de carbono gracias a uno de sus principales componentes: el suelo.


Inmaculada Batalla, BC3 – Basque Centre for Climate Change; Agustín del Prado Santeodoro, BC3 – Basque Centre for Climate Change; Elena Galán, BC3 – Basque Centre for Climate Change, and María José Sanz, BC3 – Basque Centre for Climate Change


Diferentes prácticas agrícolas contribuyen a aumentar el contenido de carbono de los suelos y, por tanto, a eliminarlo de la atmósfera. Su efecto mitigador del cambio climático depende del tipo de práctica (por ejemplo, reducción del laboreo, cultivos de cobertura, cubiertas vegetales y fertilización orgánica) y de cómo y durante cuánto tiempo se lleve a cabo.

La Comisión Europea publicó en 2021 una Comunicación sobre ciclos sostenibles del carbono donde se establecen medidas destinadas a abordar los retos actuales del carbon farming (en español, agricultura de captura de carbono) con el fin de escalar un modelo que incentive al sector primario a la adopción de prácticas que conduzcan a la captura de carbono y la reducción de emisiones.

Aunque no es la única fuente de ingresos posible por este tipo de prácticas –la Política Agraria Común (PAC) también las remunera–, la CE las plantea como una nueva oportunidad de negocio, como una fuente extra de beneficios económicos para los agricultores, a través de los mercados de carbono.

El suelo, gracias a su gran potencial para capturar carbono, es clave para lograr la neutralidad climática.

Requisitos exigentes y costosos

Actualmente existen dos tipos de mercados de carbono:

  • Los mercados regulados en el marco de la Convención Marco de Cambio Climático de las Naciones Unidas, como los derivados del protocolo de Kyoto, que en el caso de la Unión Europea se tradujeron en el sistema de comercio de emisiones EU-ETS. Estos mecanismos de mercado son utilizados por empresas y gobiernos que han adquirido compromisos de reducción de emisiones.
  • Los mercados voluntarios son utilizados por empresas buscando la neutralidad climática de su actividad dentro de su estrategia de responsabilidad social corporativa. En ellos, los agricultores pueden comercializar créditos de carbono para que las compañías que los adquieran compensen sus emisiones. Sin embargo, se encuentran con algunas dificultades a la hora de cumplir con los criterios para lograrlo.

En estos mercados voluntarios son necesarias normas que garanticen su integridad como existe en los regulados. Por eso, la Comisión Europea propuso un marco de certificación para capturas de carbono, con cuatro criterios (cuantificación, adicionalidad, longevidad y sostenibilidad) que deben tenerse en consideración para cualquier transacción de carbono que se establezca.

Contabilización del carbono

Sea cual sea el método de estimación y verificación del secuestro de CO₂ o de la reducción de emisiones, debe ser transparente y muy robusto. Las dinámicas de carbono en los suelos son complejas y hay incertidumbres que hay que tener en cuenta.

Los sistemas de monitorización de carbono pueden ser muy costosos. Una combinación de modelos y estimaciones directas podría ayudar a reducir el coste.

Idealmente, el proyecto debe incorporar todos los depósitos de carbono planteados por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (biomasa aérea y subterránea, madera muerta, hojarasca y materia orgánica del suelo).

Adicionalidad

El volumen de carbono secuestrado o las emisiones reducidas deben ser adicionales a las que ocurrirían en ausencia del proyecto. Esto implica que se deben tener estimaciones previas para poder construir lo que se denomina una línea de base, lo que no siempre es posible o sencillo.

Hoy en día ya hay políticas públicas como la PAC que incluyen medidas de mitigación cuyos impactos deberían considerarse para ser descontados de los nuevos proyectos de carbon farming.

Permanencia

En el caso de proyectos que incorporen el secuestro de carbono, es necesario asegurar que el carbono permanece secuestrado indefinidamente o, en su defecto, poder determinar cuándo es reemitido a la atmósfera.

Estos proyectos deben, por tanto, monitorizar indefinidamente que el carbono permanece secuestrado o en su defecto establecer medidas para abordar la no permanencia, lo que añade costes y complejidad.

Sostenibilidad

A pesar de que el secuestro carbono es una solución ineludible en el contexto climático actual, no se deberían financiar medidas con impactos negativos en otros aspectos como la pérdida de biodiversidad, la contaminación de suelos y el incremento de emisiones.

Cuando los costes superan los beneficios

La agricultura de captura de carbono es una oportunidad de conseguir incentivos económicos, si bien es importante analizar los pros y los contras, en especial para los agricultores. Aunque a priori los mercados de carbono pueden parecer muy atractivos, pueden conllevar costes y obligaciones que pueden superar los beneficios.

Por otro lado, no perdamos de vista que los mercados de carbono ayudan a terceros a compensar sus emisiones, es decir, les permiten seguir emitiendo, pero no significa que las emisiones totales vayan a reducirse. Son, por tanto, un mecanismo de flexibilidad, pero no deben ser una licencia para eximirse en sus obligaciones o compromisos de reducción. En otras palabras, el objetivo es lograr cero emisiones netas, y las mayores emisiones son las derivadas del uso de combustibles fósiles.

Los agricultores pueden contribuir de muchas maneras a la neutralidad climática, comenzando por la del propio sector, con acciones que conllevan múltiples beneficios para ellos y para el planeta. Estos beneficios incluyen promover una gestión adaptativa en un contexto de emergencia climática en el que los incendios y sequías son más recurrentes.

Inmaculada Batalla, Postdoctoral researcher, BC3 – Basque Centre for Climate Change; Agustín del Prado Santeodoro, Ikerbasque Associate Researcher, BC3 – Basque Centre for Climate Change; Elena Galán, Investigador postdoctoral, BC3 – Basque Centre for Climate Change, and María José Sanz, Directora científica, BC3 – Basque Centre for Climate Change

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.