El arte de desnudar


Christophe Lhéritier


El cuerpo es esbelto, tiene relieves seductores y no hay dos iguales.

Desnudar hoy no es igual a la manera que se hacía antes, muy antes. La experiencia ayuda mucho aunque, mas que nada, la cultura evoluciona poniendo por delante otros modos.

Hay que revertir una cultura de por lo menos dos generaciones en las cuales se fue evolucionando hacia lo rápido y fácil, como pulsar una pantalla inteligente.

Podría estar hablando de cuerpos humanos, pero me refiero al cuerpo de la naturaleza.

Antes, por un par de décadas, sin tapujos, se desvistió la naturaleza de ropas sofisticadas.  Ropas seductoras. Como amantes adúlteros, apurados por el resultado, los campos fueron arrasados, se depiló la tierra y se puso lo urgente. Con una batería de estímulos para un resultado explosivo. Cayeron las prendas sin romanticismo. Cayeron plantas indeseables y con ellas muchas flores, para bien de otras iguales y uniformes en grandes superficies, a la manera del nuevo mundo globalizado.

Desaparecieron las mariposas en el estómago y en el aire. Las hermosas flores huérfanas de insectos besucones y succionadores se fueron eclipsando.

Con esto de desvestir intempestivamente, el clima y la ambientación cambian: Pakistán bajo agua, China y España con ríos secos. Nuevamente, reiteradamente, científicos rogando por romanticismo en esas reuniones mundanas de figuras importantes. Los científicos se van tornando románticos: se pide volver a vestir los cuerpos lentamente, para cambiar el modo. Seducir mariposas, abejas y cientos de especies mas de insectos para que vuelvan a cortejar las plantas y los suelos.

Se debe cortar la hegemonía de los vertebrados con su impulsiva tiranía. Se solicita retornar a los refugios de naturaleza erótica. Variar el camino, encontrando mas diversidad en el aire y en el suelo, haciendo mas propicio el intercambio vital.

Por medio de transiciones, por etapas, para convencerse que esta manera de seducción, con mas diversidad, prolongará el placer de vivir, el bienestar de la naturaleza y de los seres vivos.

Ir hacia una metodología mas amigable, paisajes variados pero igualmente o quizás mas  fértiles y de buena productividad.

Los indicadores de la calidad de vida serán la felicidad y la salud.

Hay lugar, pero no monopolio, para amantes y seductores románticos, tecnología y avances científicos flirteando con control biológico y fertilizantes naturales: aprendizajes  indispensables.

Ir despacio para llegar lejos, cambiar o remixear, una producción vintage.

Que los cuerpos de la naturaleza vuelvan a ser cuerpos mas atractivos para anidar polinizadores e invertebrados que vivan y enriquezcan los suelos. Los cuerpos-paisajes parirán alimentos, fibras, combustibles, brindarán servicios de regulación purificando el ambiente y serán soportes de vida. Permitir que flora y fauna nativa vuelvan a encontrar islas de felicidad, conectadas por puentes cada 200 metros, para que se trasladen si lo desean y vuelvan a sus patrias que los vieron nacer y crecer.

 Las semillas están dormidas, las especies están menguadas, pero la naturaleza sigue albergando y escondiendo genética pronta a ser parida.

De las 381 especies de abejas silvestres, un tercio desaparecieron o están en vías de extinción (IPBES, 2016).

Todos estamos involucrados, cada uno en el jardín de su casa o en su jardín mental. Porque no hay planeta “B”.


Christophe Lhéritier es colaborador destacado de Mundo Agropecuario

Este trabajo fue enviado por el autor o autores para Mundo Agropecuario , en caso que se desee reproducir le agradecemos se destaque el nombre del autor o autores y el de Mundo Agropecuario