Por Wambi Michael
KIGALI – En la aldea de Kubewo, en el este de Uganda, los niños, por lo general, trabajan con sus padres en sus pequeños cafetales. Las ganancias del café arábigo se utilizan, según dicen sus padres y abuelos, para pagar la educación de los niños y otros gastos de la familia.
Las familias agricultoras justifican el trabajo diciendo que los niños están observando a los adultos y aprendiendo de sus ejemplos. Los niños dan una mano para cosechar el café y llevarlo a sus casas.
El informe de 2022 del Fondo Global para Erradicar la Esclavitud Infantil Moderna, titulado “Trabajo infantil en la industria del café al este del Uganda”, reveló que la prevalencia global del trabajo infantil en la cadena de suministros de café era de 48 %; 51 % de varones y 42 % de niñas.
Según el informe, “La naturaleza (actividades) y el alcance (periodicidad de participación) varían en función de la etapa de la cadena de suministros y la temporada. Los varones, más que las niñas, participaron en las actividades que implican mayor exigencia física, como por ejemplo pulverizar, podar, acarrear, cargar y descargar café”.
Además, el informe señala que uno de los motores principales del trabajo infantil era la pobreza sistémica en este país de África oriental sin salida al mar, que es el mayor exportador de café del continente y con la UE como su principal mercado.
Para los agricultores, acogerse a las nuevas reglamentaciones de la Unión Europea (UE) significa que la práctica del trabajo infantil tendrá que cambiar.
En abril de este año, la UE aprobó la Directiva sobre Diligencia Debida de las Empresas en materia de Sostenibilidad, que requiere que las compañías que operan en la UE consideren que el trabajo infantil tiene un impacto negativo grave que debe solucionarse si se da en la cadena de valor del café.
Uno de los indicadores de la directiva es que “el trabajo infantil no esté presente y el empleo de trabajadores jóvenes se maneje responsablemente. Se elimina el trabajo infantil y se protege a los niños. Y cuando se emplea a trabajadores jóvenes, ese empleo sigue las mejores prácticas”.
Uganda es uno de los países productores de café que ha comenzado a tomar medidas para cumplir con otra vinculada norma de la UE: el Reglamento de la Unión Europea sobre Deforestación (EUDR, en inglés), que prohibirá las ventas de productos como el café a partir del 30 de diciembre de 2024 si están vinculados a la deforestación.
Recientemente, el país revisó sus leyes sobre café para incluir la inscripción y reglamentación de los actores de la cadena de valor.
En colaboración con organizaciones asociadas y el gobierno, se registrará a los agricultores para obtener una georreferencia de sus cafetos antes de diciembre de 2024. El sistema permitirá el ‘rastreo hasta el último eslabón’ de los caficultores.
“Lo más importante para nosotros es cumplir con la EUDR y la Directiva sobre Diligencia Debida de las Empresas en materia de Sostenibilidad (CSDDD, en inglés) en este sistema de trazabilidad», señaló Gerald Kyalo, director de Servicios de Desarrollo de la Autoridad de Desarrollo de Café de Uganda.
Añadió que «otra cuestión fundamental es la sensibilización de los cafetaleros”.
El sistema tendrá un costo equivalente a nueve millones de dólares para Uganda.
En abril de este año, Reuters reportó que la UE había otorgado a Uganda un subsidio de 40 millones de euros (43 millones de dólares) para ayudar al mayor exportador de café de África a cumplir con las nuevas políticas de la UE, que prohíben las importaciones de mercancías cuya producción sea resultado de la destrucción forestal.
Kyalo dijo a IPS que el trabajo infantil en el sector cafetalero es complejo, al igual que en otros países productores de café.
“El trabajo representa quizás 50 % de los insumos en términos de fondos. Por lo tanto, siempre se recurre al trabajo familiar y, en la mayoría de los casos, son los niños quienes lo realizan. Los padres trabajan con los hijos, por eso es una cadena de valor compleja”, afirmó Kyalo.
A su juicio, “existe una delgada línea entre el trabajo infantil y lo que las personas llaman ‘capacitar a sus hijos’. Esto debe solucionarse y sensibilizarlos puede ayudarnos”.
George Namatati, un campesino caficultor de 74 años, está preocupado porque los viejos sistemas de cultivo de café que utilizan trabajo familiar infantil están a punto de derrumbarse. Comentó a IPS que escuchó por la radio que el gobierno multaría y encarcelaría a los agricultores que se encontraran trabajando con niños en sus huertos de café.
Namatati siente resentimiento acerca de que el gobierno haya adoptado estos grandes cambios.
“Están cambiando completamente nuestra forma de cultivo en esta zona. No podrán multarme por estar trabajando con mis nietos. Esta es la manera en que (siempre) cultivamos estos campos”, afirmó.
Mathias Nabutele, presidente y fundador de Sociedad Cooperativa Coffee a Cup, dijo a IPS que la EUDR cambiaría el ángulo de discusión sobre el cultivo de café. En lugar de cambiar la práctica, planteó que tal vez los agricultores busquen nuevos mercados.
Nabutele y otros caficultores ubicados en la zona del Monte Elgon, en el este de Uganda, han estado fomentando el consumo local de café arábigo. Señaló que en estas condiciones nuevas, los agricultores deberán explorar mercados alternativos para el café.
“Entonces ¿cuáles son esos nuevos mercados alternativos y cuáles son sus requisitos? Porque este mundo es muy competitivo. También estamos promoviendo el consumo interno”, dijo.
Pero reconoce que los 27 países de la UE son destinos para más de 60 % del café que se produce en Uganda.
“Para el gobierno y los actores del sector cafetero, ellos no pueden permitirse perder este mercado tan importante”.
Sin embargo, el agricultor Namatati expresó que la UE debería repensar algunas de sus políticas, que siguen “asfixiando a los caficultores”.
Reveló que cada vez más gente joven se está alejando del cultivo de café y explicó a IPS que existe un riesgo de perder un valioso conocimiento, habilidades y experiencia si no se transmite efectivamente a las generaciones siguientes.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define a los trabajadores infantiles como aquellos que “ingresan al mercado laboral o aquellos que asumen demasiadas tareas o demasiadas responsabilidades a una edad muy temprana”. Incluye el trabajo que afecta el acceso del niño a la educación y al juego.
Rosalind Kainyah, asesora y vocera sobre sustentabilidad y negocio responsable en África, aseguró: “La inminente normativa de la UE sobre trabajo forzoso, incluido el trabajo infantil, podría poner a algunas empresas africanas exportadoras a la Unión Europea en una combinación difícil entre legislación, cultura y derechos humanos”.
Si bien condenó las “peores formas de trabajo infantil” al decir que requieren que se tomen medidas urgentes, sería más productiva una posición política focalizada en el trabajo infantil nocivo y no en la prohibición absoluta.
Sugiere que en lugar de un enfoque completo de “tolerancia cero”, “los legisladores de la UE deberían desarrollar un entendimiento del trabajo infantil sensible al contexto”.
Según la experta, es importante “comprender la dependencia familiar del trabajo infantil”.
Kainyah aseguró que “La Unión Africana, por ejemplo, impide el trabajo que interfiere con el desarrollo de los niños, pero a diferencia de la ONU y de la OIT, la Unión Africana también reconoce que ‘cada niño debe tener responsabilidades para con su familia y la sociedad’”.
Algunos expertos han indicado que la pobreza familiar y la vulnerabilidad económica son algunas de las causas raíz subyacentes del trabajo infantil en las cadenas de valor del café en todo el mundo.
Puede leer aquí la versión en inglés de este artículo.
Kenneth Barigye, gerente general de Mountain Harvest Uganda, plantea la necesidad de sensibilizar a los agricultores sobre la necesidad de proteger a sus hijos.
“Soy padre. Todos deseamos lo mejor para los niños, pero esta situación nos limita», consideró en diálogo con IPS.
«La edad promedio de un agricultor en Uganda es de aproximadamente 63 años. Por eso, es probable que un anciano o anciana esté viviendo con sus nietos, cuyos padres se mudaron a la ciudad pero, debido a la falta de empleo, enviaron a sus hijos de vuelta a casa”, explicó Barigye, cuya organización persigue construir cadenas de valor de café sostenibles en Uganda.
Barigye dijo que el costo de producir café en Uganda es muy alto y que el mayor motor del costo de producción es el trabajo.
“En la medida en que las ganancias de los agricultores sean menores que los costos de producción, deben seguir intentando descifrar cómo reducir ese costo, así que seguirán yendo al huerto con los niños”, sostuvo.
Al igual que Namatati, Barigye dijo que de un agricultor mayor, el más joven puede aprender el oficio y las prácticas agronómicas del café, porque en ninguna escuela les enseñan a los jóvenes en un país donde los servicios de extensión agrícola son escasos o muy limitados.
En Uganda, recordó, “80 % de las personas trabajan en agricultura».
Sin embargo, dijo, «no hay ni una escuela formal que capacite a los agricultores. El pequeño agricultor exitoso aprendió de sus abuelos o de sus padres. Para ellos, es entrenamiento; es la tutoría de sus hijos.
Barigye, cuya organización trabaja con 1700 caficultores en Uganda, plantea que un agricultor debería estar dirigiendo un negocio rentable para generar suficiente dinero y mantener a su familia.
En el lanzamiento del proyecto “Acabar con el trabajo infantil en las cadenas de suministros (CLEAR Supply Chains) en junio de este año, Wouter Cools, gerente del proyecto para la OIT, declaró que era necesario un enfoque integral para abordar el trabajo infantil en las cadenas de suministros.
Ese enfoque, dijo, debe involucrar a diversos interesados, incluidas las agencias de la ONU como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la sociedad civil, los gobiernos y el sector privado.
Si bien los grupos de derechos humanos aplauden la directiva de la UE al decir que abordará la sustentabilidad ambiental y social, los caficultores a pequeña escala temen estar a punto de sufrir debido a las fluctuaciones del comercio mundial.
Pison Kukundakwe, un representante de una cooperativa caficultora, se encontraba entre los agricultores elegidos para viajar a la sede de la UE en Bruselas donde se estaba llevando a cabo un análisis de sus nuevas reglas.
Le dijo a IPS que es necesario cambiar el sistema actual que dicta que los caficultores son tomadores de precios y no determinantes.
El café es una parte esencial de la economía de Uganda. Más de 1,8 millones de familias cultivan café y este grano contribuye casi un tercio de las ganancias del país por exportaciones, con lo cual se abonan obras de infraestructura fundamentales como caminos, hospitales y escuelas.
En 2023/2024, se exportaron 6,13 millones de sacos de café por un valor de 1144 millones de dólares.
Ello supuso un aumento de 6,33 % en volumen y de 35,29 % en valor en comparación con el ejercicio fiscal 2022/2023, donde las exportaciones fueron de 5,8 millones de sacos por un valor de 846 millones de dólares.
El café se produce en sistemas diversificados sobre pequeñas parcelas de tierra con un uso muy bajo de insumos. El tamaño del terreno para los cafetos promedia 0,23 hectáreas y 90 % de los agricultores posee lotes con una superficie menor a 0,5 hectáreas.
“Se ve gente trabajando arduamente para producir café. Los agricultores están a merced de los altibajos de la mercancía. Nunca se tiene en cuenta lo que deben hacer para llevar el café desde la finca”, explicó Kukundakwe.