Granjas avícolas salvadoreñas producen biogás y alivian conflictos socioambientales


SAN MIGUEL, El Salvador –  En una relación en la que todos ganan, un segmento del sector agroindustrial de El Salvador va dando pasos para bajar la tensión del histórico conflicto socioambiental producido por granjas avícolas y porcinas, cuyos residuos han causado preocupación y enojo en las comunidades cercanas.


Ahora, algunas compañías del sector han convertido esos desechos en biogás con el que producen electricidad para su propio consumo y para inyectar el resto a la red nacional.

“Las personas ya no dicen que los residuos del pollo nos están contaminando el agua o los terrenos, eso es muy importante para la comunidad, ahora ya no tenemos que estar con esa contaminación”, aseguró a IPS la campesina Elizabeth Méndez, que ve con buenos ojos las inversiones que hizo el Grupo Campestres para procesar esos residuos y generar biogás.

“Antes era diferente, se sentía el mal olor, pero ahora estamos viviendo en un ambiente más favorable”: Elizabeth Méndez.

Méndez, de 44 años, vive en el cantón San Carlos El Amate, en el municipio de San Miguel, en el este de El Salvador. Cerca de su comunidad se localiza una de las cuatro granjas avícolas del Grupo Campestre, que engloba varias empresas en el rubro agroindustrial y de cadenas de restaurantes de pollo frito.

“Antes era diferente, se sentía el mal olor, pero ahora estamos viviendo en un ambiente más favorable”, subrayó Méndez, tras una dura jornada trabajando como jornalera agrícola, durante un recorrido de IPS por localidades rurales de San Miguel cercanas a explotaciones avícolas.

El Salvador, el más pequeño de los países centroamericanos, con 6,7 millones de habitantes y poco menos de 21 000 kilómetros cuadrados, es el escenario de pugnas entre granjas avícolas y porcinas y las familias rurales que viven cerca de esas explotaciones, dado que, en general, el sector no ha sabido manejar adecuadamente sus desechos biológicos.

Elizabeth Méndez, residente en el cantón San Carlos El Amate, en el municipio de San Miguel, en el este de El Salvador, sostiene que con la planta de biogás que procesa los residuos, ha disminuido notablemente la contaminación que producía una granja avícola instalada en su comunidad. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Economía circular: biogás del estiércol

Grupo Campestre dio un paso clave hace unos cuatro años cuando decidió invertir alrededor de siete millones de dólares para atajar de frente el espinoso tema de los desechos biológicos, y adquirió la tecnología de punta para producir biogás, a partir del cual generar electricidad para su consumo y la inyección a la red de distribución nacional.

La planta de biogás del grupo empresarial se ubica en el cantón El Brazo, también en San Miguel, cerca del área donde se ubican las granjas, que producen al año ocho millones de pollos, cuyo estiércol es el principal componente para producir el biogás.

Aquí se procesan todos los desechos biológicos provenientes de las variadas actividades empresariales de la compañía, como el estiércol de pollo de las granjas y los residuos, líquidos y sólidos, de la planta de procesamiento de las aves, así como el material biodegradable llegado de los restaurantes de pollo frito.

“Como parte de la sostenibilidad de las operaciones, surge la necesidad de migrar hacia un modelo de economía circular, para reincorporar los residuos a su ciclo de vida, a través del reúso, el reciclaje, o su revalorización energética”, dijo a IPS en la instalación Jimmy Gómez, gerente de cumplimiento ambiental del Grupo Campestre.

La planta de biogás, en operación desde el 2021, procesa unas 40 000 toneladas anuales de desechos biológicos con potencial energético, que van a dar a dos enormes biodigestores donde las bacterias realizan la labor de descomposición para generar al final gases como el metano, el principal combustible que acciona un generador de 850 kilovatios de potencia instalada.

Los biodigestores generan alrededor de 10 000 metros cúbitos de biogás al día, con los que se producen 17 megavatios/hora cada jornada.

Una de las cuatro granjas avícolas del Grupo Campestre, que crían 200 000 pollos cada una. Está instalada en los alrededores del cantón El Brazo, dentro del municipio San Miguel, en el este de El Salvador. Gracias a su planta de biogás, los caseríos aledaños dejaron de tener que soportar los malos olores que emanaban de esas explotaciones. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

“Hoy la pollinaza, o estiércol de pollo, es el principal residuo que se revaloriza en la planta de biogás y nos genera más o menos 80 % de la toda la energía que producimos y vendemos”, acotó Gómez, un ingeniero químico de profesión.

Grupo Campestre ha amarrado un contrato de venta de energía con la Empresa de Electricidad de Oriente, una de las cuatro compañías de distribución de electricidad en El Salvador, propiedad de AES El Salvador, filial de la transnacional estadounidense AES Corporation.

“Resolvimos un tema socioambiental, con quejas de las comunidades por malos olores y presencia de moscas, y lo convertimos en una oportunidad, y eso además nos ha ayudado a darle soporte a las otras empresas del grupo”, acotó Gómez.

Con la entrada en operación de la planta, fue necesario atender también la contaminación acústica causada por el generador que produce el biogás. La solución fue encerrarlo en un contenedor metálico de modo que el sonido no sobrepasa ahora los 50 decibeles y no es percibido a 20 metros.

Parte de la generación de energía, alrededor de 50 kilovatios, es usada para el consumo de la planta, detalló a IPS el jefe de producción, Rubén Membreño. A eso se añade el aporte de cientos de paneles solares, colocados en el techo de un largo galpón con miles de pollos dentro, que generan 5,5  megavatios/ hora al día.

Toda esa eficiencia energética provee a la empresa de la capacidad para, incluso, brindar el servicio de procesamiento de desechos a otras compañías del sector agroindustrial que aún no han hecho las inversiones necesarias para reconvertir sus procesos.

“Estamos aprovechando todos los desechos de nuestras propias empresas, y también de empresas externas, para ellas son desechos pero para nosotros son nuestra materia prima” de generación de electricidad, destacó Membreño.

La tecnología utilizada en la planta fue provista por empresas europeas, sobre todo de Alemania, Italia y Países Bajos, acotó.

Jimmy Gómez (I), gerente de cumplimiento ambiental, y Rubén Membreño, jefe de producción, del Grupo Campestre, inspeccionan el generador de 850 kilovatios de potencia instalada, el cual produce electricidad a partir de biogás generado por las actividades de la empresa. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Alivio climático

El metano, el principal gas producido en el proceso de descomposición bacteriana dentro del biodigestor, es uno de los mayores contaminantes y causantes del efecto invernadero, pero al usarlo en la producción de electricidad se evita que se libere a la atmósfera, aliviando así los efectos del cambio climático.

Según cálculos de la compañía, el metano compone 60 % del proceso de producción de biogás de la planta, y de ese modo se logra “capturar” alrededor de 24 000 toneladas anuales de CO2 o dióxido de carbono, que daña la atmósfera y que impacta la vida en el planeta con una variabilidad climática que a veces produce lluvias y sequias extremas.

Si no se “quemara” ese metano en la planta, “eso quedaría en el suelo, en la intemperie y se fuera a la atmosfera”, señaló Gómez.

Otra empresa del rubro agroindustrial que ha incluido nuevas tecnologías para procesar sus residuos y generar biogás es Avícola El Granjero, dedicada a la producción de huevos a partir de granjas con más de un millón de gallinas.

Su biodigestor, de 5000 metros cúbicos, produce el biogás que mueve dos generadores de 360 kilovatios de potencia, y la electricidad resultante también se inyecta a la red nacional.

También la Granja San José, en el segmento avícola y porcino, posee un biodigestor que procesa el estiércol de 13 000 cerdos y 75 000 gallinas.

Una de las primeras fases de la producción de biogás en la planta del Grupo Campestre, en el centro de El Salvador, que consiste en depositar material biológico en enormes tanques subterráneos para iniciar la descomposición. Imagen: Edgardo Ayala / IPS

Conflictos pendientes

Sin embargo, pese a estos avances notables, el sector de granjas avícolas y porcinas no se ha reconvertido del todo y aún siguen vigentes conflictos socioambientales en varios puntos del país.

En mayo de 2023, IPS realizó un reportaje sobre la lucha que mantienen caseríos rurales aledaños al municipio de Suchitoto, en el departamento de Cuscatlán, centro de El Salvador, para defender su sistema de agua comunitario, construido en 2002, y que será afectado por Avícola Salvadoreña, que ya tiene avanzados los trabajos para montar una granja en el sector.

“Los trabajos han continuado, a cada rato pasan los camiones con los materiales de construcción”, afirmó a IPS Blanca Portillo, residente en Nueva Consolación, una de los siete asentamientos rurales afectados por el proyecto, en una conversación el 28 de febrero.

Sobre el caso, Portillo dijo que los habitantes de la zona han sabido que un tribunal, que dirime el conflicto, ha solicitado que la empresa avícola realice de nuevo el estudio de impacto ambiental y la consulta ciudadana, dadas las aparentes vulneraciones en esos procesos.

Muchos de esos caseríos no son abastecidos por la red nacional, y han trabajado duro para montar sus propios proyectos de agua comunitarios, los que ahora corren el riesgo de ser contaminados con los desechos de la granja.

“Las autoridades nos han dicho que no darán permisos de explotación de agua a la empresa si hay riesgo de contaminación, pero no sabemos si lo dicen solo para mantenernos callados”, aseguró Portillo, miembro la Asociación Rural de Agua y Saneamiento Haciendita, que abastece a unas 1000 familias en siete comunidades, incluyendo Nueva Consolación.